MEJORAR LA ESCUCHA: 3 ESTRATEGIAS
Si conoces a alguien que sea un buen comunicador te habrás dado cuenta de que también es un buen escuchador. En la comunicación, tan importante es saber emitir bien los mensajes cómo dominar el rol de receptor de los mensajes de los demás. En definitiva, tan importante es saber hablar como saber escuchar.
¿Qué es la escucha activa?
Estas personas buenas comunicadoras practican lo que llamamos la escucha activa que es una habilidad esencial para establecer relaciones de calidad desarrollarlas y mantenerlas.
Es debido a esta habilidad que practican por lo cual acudimos a ellos cuando tenemos problemas, nos encontramos en un mal momento emocional o necesitamos que nos comprendan, con ellos nos sentimos apoyados, valorados y notamos el interés genuino que tienen por nosotros.
Por esto mismo, no recurrimos a personas que no practican la escucha activa porque nos generan la sensación de no estar interesadas en nadie, que no nos entienden, y por tanto no nos brindan la satisfacción de sentirnos escuchados.
La escucha activa por tanto es una habilidad fundamental que debemos aprender a utilizar, si queremos establecer relaciones de calidad.
DIFERENCIAS ENTRE ESCUCHAR ACTIVAMENTE Y OIR
Podemos escuchar de muchas maneras y no todas ellas son escucha activa. La diferencia fundamental entre escuchar activamente y oír, radica en los objetivos que se pretenden con cada una de ellas.
Escuchar activamente persigue 4 objetivos:
Entender a los demás: practicamos la escucha activa para entender la posición del otro, por tanto es imprescindible escucharle de forma abierta y sincera, comprendiendo su manera de ver y sentir las cosas.
Disfrutar de la compañía del otro: cuándo disfrutamos de la compañía de otra persona, nuestros recursos de escucha activa se ponen a funcionar. No nos queremos perder nada de lo que dice el otro. Cuando disfrutamos de una conversación focalizamos toda nuestra atención en el mensaje que recibimos.
Aprender algo: Cuando queremos aprender algo practicamos la escucha activa. Para aprender necesitamos escuchar y entender de forma correcta los mensajes que emite la persona que nos trasmite el conocimiento. Sin escucha activa es difícil interiorizar nuevos aprendizajes.
Ser un apoyo para el otro: cuando queremos ser un apoyo para el otro y queremos darle consuelo, nos olvidamos de nosotros mismos para centrar nuestros recursos en la otra persona, necesitamos entender la situación que está atravesando y los sentimientos que le ha generado la situación. Nos ponemos en su lugar y construimos su mundo emocional, por lo que es indispensable practicar la escucha activa.
En algunas ocasiones escuchamos al otro pero no para alcanzar uno de estos cuatro objetivos si no para satisfacer otras necesidades propias, es decir, oímos pero no escuchamos.
Esto ocurre cuando escuchamos a la otra persona para caerle bien o para verificar si somos rechazados por el otro. También utilizamos esta escucha pasiva como medida de intercambio: le oímos para que el otro nos escuche a nosotros.
También lo hacemos para que los demás piensen que somos buenas personas, agradables o amables, pero no lo hacemos de forma genuina, sino que es una “puesta en escena”.
Otras ocasiones en las que no se está escuchando activamente al otro, se producen cuando nuestra mente está más centrada en preparar el próximo argumento que en atender de forma completa el argumento de la otra persona.
Podemos encontrar situaciones en las que no escuchamos al otro sino que oimos lo que dice como medida para encontrar puntos débiles en su argumento y así utilizarlos en su contra y estar de esta manera en “posesión de la verdad”.
Por tanto cuando perseguimos estos objetivos no estamos practicando la escucha activa sino que estamos oyendo para poder cubrir unas necesidades personales.
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