La ansiedad es uno de los síntomas más comunes visto por los psicólogos en Madrid –– y en todo el mundo, dicho sea de paso–– seguido por la depresión. Tiene la función fundamental de alertar la persona de un peligro emocional y puede aparecer dentro de una vasta gama de circunstancias diferentes. A menudo está acompañada de síntomas fisiológicos como taquicardia, sudoración, tensión muscular e insomnio.
Es importante no confundir la ansiedad con un diagnóstico en sí ya que la ansiedad es sólo una manifestación de algo más complejo. La ansiedad es el equivalente emocional de una fiebre física; tener fiebre puede ser síntoma de un catarro, de una infección, de un cáncer, o de todo lo que hay entre medias. De manera similar, tener ansiedad puede ser debido a una situación de examen relativamente banal, pero también puede ser el resultado de una duda obsesiva, puede ser un síntoma de esquizofrenia, o de una multitud de cosas diferentes. Por lo tanto, cuando un paciente sufre de ansiedad, es esencial observar la situación entera para crear una hipótesis de qué puede estar creando la ansiedad antes de llegar a un diagnóstico.
Una o dos ansiedades?
Es interesante notar que, a principios del siglo XX, el creador del psicoanálisis y una de sus pioneras ––Freud, luego Klein–– postularon, de manera diferente, la existencia de dos tipos distintos de ansiedad. La idea inicial de Freud sobre la ansiedad era que expresaba un exceso de tensión libidinal no descargada; luego la consideró como una señal de un peligro emocional inconsciente. En cuanto a Klein, ella empezó a pensar la ansiedad como relacionada con el miedo de la aniquilación, de ser dañado de alguna manera; más tarde concibió otro tipo de ansiedad que tenía que ver con el miedo de perder alguien/algo importante.
Aproximadamente 100 años después, neurocientíficos tales como Panksepp y Yovell han descubierto que existen, efectivamente, dos sistemas de ansiedad distintos en el cerebro que tiene neuroanatomías separadas, son regulados por neurotransmisores diferentes y responden a medicamentos psicotrópicos diferentes. Funcionan como sistemas de alarma de peligros disimilares, y es interesante observar que el sistema de miedo de ser dañado es más antiguo en la escala evolutiva que el sistema de miedo de perder a alguien/algo.
Desde un punto de vista puramente neurobiológico no es fácil diferenciar entre la ansiedad y el miedo. Desde un punto de visto psicológico, sin embargo, es clínicamente útil diferenciarlos a lo largo del eje del conocimiento, o no conocimiento, del peligro. El miedo es el resultado de la percepción de un peligro conocido, la ansiedad es el resultado de la percepción de un peligro fantasmático inconsciente. Se tiene miedo de caerse de un acantilado porque allí hay un peligro real, pero se puede estar ansioso en situaciones sociales en las que no hay ningún peligro “real”. Por supuesto que los dos se pueden solapar pero la ansiedad es fundamentalmente el resultado de sentir un peligro desconocido en una situación objetivamente no peligrosa, o menos peligrosa de lo que uno siente que es.
La ansiedad también tiene la tendencia desafortunada de hacernos actuar de tal manera que terminamos perpetuándola y empeorándola. No es infrecuente que al intentar librarse de la ansiedad rápidamente ––evitando situaciones ansiógenas; descargándola por medio del sexo, trabajo o ejercicio compulsivo; automedicándose con alcohol, drogas, comida, etc.–– reducimos nuestra capacidad de tolerar un cierto grado de tensión y entramos, sin darnos cuenta, en un ciclo generador de ansiedad, o incluso en un estilo de vida basado en la evitación de la ansiedad, que nos hace aún más vulnerables y ansiosos de lo que éramos cuando empezamos a intentar liberarnos de ella. En interesante notar, a este respecto (y esto será el tema de un artículo futuro), que tener acceso continuo a situaciones de gratificación instantánea, tales como los que nos ofrece la tecnología, tiende a incrementar el nivel general de ansiedad.
El tratamiento psicoanalítico de la ansiedad es como el de cualquier otra síntoma: se debe llegar a un conocimiento emocional profundo de la escena inconsciente peligrosa, seguirla hasta sus orígenes, descubrir por qué sigue manifestándose y traerla a la consciencia emocional cada vez que aparece en las sesiones para que pueda ser elaborada y lentamente desarmada.
Comentarios
Publicar un comentario